Ya en los años veinte había grupos de jóvenes que modificaban sus Ford T y corrían con ellos en los lagos secos del sur de California y por las calles de Los Ángeles; era una solución barata para iniciarse en la competición. Hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial se compitió en los lagos secos The Harper, Muroc y El Mirage, todos a unos 80 Kms., al norte de Los Ángeles; en este último se sigue compitiendo actualmente.
Cualquier loco por la velocidad podía manejar en su coche, aligerado, recortado y trucado y plantarse en alguno de los lagos en menos de tres horas o, si la necesidad apremiaba, buscarse alguna calle solitaria dónde quemar gasolina. En los lagos las cosas estaban más organizadas, se tomaban tiempos y se encuadraba a los participantes en diferentes categorías en función de los cronometrajes.
La mayor parte de estos vehículos eran Ford T y A de cuatro cilindros, baratos, abundantes, ligeros y fáciles de potenciar a base de aumentos de compresión, variaciones del encendido, modificaciones de carburación o, incluso, montando árboles de levas más cruzados.
Cualquier loco por la velocidad podía manejar en su coche, aligerado, recortado y trucado y plantarse en alguno de los lagos en menos de tres horas o, si la necesidad apremiaba, buscarse alguna calle solitaria dónde quemar gasolina. En los lagos las cosas estaban más organizadas, se tomaban tiempos y se encuadraba a los participantes en diferentes categorías en función de los cronometrajes.
La mayor parte de estos vehículos eran Ford T y A de cuatro cilindros, baratos, abundantes, ligeros y fáciles de potenciar a base de aumentos de compresión, variaciones del encendido, modificaciones de carburación o, incluso, montando árboles de levas más cruzados.
La fórmula era sencilla: comprar el roadster más bonito que uno pudiese encontrar (los descapotables eran más ligeros), trucar el motor, eliminar todo lo no imprescindible: aletas, faros, capot… buscar unos neumáticos baratos en no muy mal estado o montar unos más anchos que los de serie, y a correr.
Los negocios dedicados a suministrar piezas específicas para los Hot Rod surgen por todas partes; los pioneros son Paul Chappel's Speed Shop en San Fernando Road de Los Ángeles y Bell Auto Supply, en la cercana localidad de Bell. En ellos, los locos por la velocidad podían encontrar culatas de alta compresión, tapas de balancines especiales o los míticos “sticks” (árboles de levas modificados).
En 1932 Ford presenta su motor Flathead V-8 y, a medida que transcurre la década de los 30 y los desguaces se van llenando con estos motores de 65 y 85 caballos, los rodders van sustituyendo con ellos a los viejos 4 cilindros.
1932 es también el año del nacimiento del Ford ´32, llamado “Deuce”, con un bastidor más ligero y carrocería roadster. La combinación “Deuce” roadster - Flathead V-8 es la base del Hot Rod por antonomasia, imbatible por su rendimiento, imagen y posibilidades de modificación.
A medida que crecía el interés por competir y aumentaban las carreras callejeras, lo que había sido algo divertido se estaba convirtiendo en algo peligroso y muy mal visto. Los "Speed contests", nombre que daba la policía a estas carreras, eran cada vez más frecuentes y sus consecuencias cada vez más graves; los periódicos describían minuciosamente los detalles más escabrosos y Hot Rod empezaba a ser sinónimo de algo que debía ser eliminado o, cuando menos, controlado.
Cada vez eran más los rodders que veían en los lagos secos una alternativa a las carreras ilegales, pero surgían nuevos problemas, cada cual iba por libre y, sobre todo durante la noche, no era extraño que dos pilotos decidiesen acelerar sus coches simultáneamente en la misma pista, pero en direcciones opuestas; los resultados solían ser catastróficos.
En 1937 se crea la SCTA: Southern California Timing Association (Asociación de Cronometraje de California del Sur), que establece diferentes categorías, desarrolla sistemas de cronometraje más sofisticados y toma medidas para hacer que las carreras sean más seguras y organizadas.
En 1941 comienza a publicarse la revista Throttle Magazine, en la que se recogen los resultados de las pruebas, se hacen reportajes de los vehículos más interesantes y se anuncian las novedades relativas a piezas, seguridad y organización; el mundo de los Hot Rod comienza a entrar en una etapa más madura, pero el 7 de diciembre el bombardeo de Pearl Harbour abre un obligado compás de espera y, tras un año de vida, la revista se ve obligada a cerrar.
Good Luck!!!
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